Hace unos días, una vecina me comentó que habían aparecido muchas aves en la laguna detrás de su casa y que sospechaba, podría deberse a que había menos gente en la calle por la pandemia. También me dijo que escuchó una gran bandada de chingolos que habitaban un viejo árbol de camino al supermercado y que la había sorprendido el aroma de la tierra mojada cuando empezó a caer una llovizna cerca de un terreno baldío.
Inmediatamente después de contarme lo que había vivido, se preguntó en voz alta si estas pequeñas experiencias de naturaleza siempre estuvieron ahí, pero no las había percibido.
Raramente se menciona uno de los costos del progreso: una vida de los sentidos disminuida. Como seres humanos necesitamos experiencias directas, naturales; necesitamos sentidos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. La omnipresencia de la tecnología ha logrado que estemos virtualmente inundados de datos. Pero en esta era de la información carecemos de los estimulos vitales. La naturaleza tiene que ver con oler, tocar, escuchar, probar y ver mas allá de las superficies.
Durante las últimas semanas, rompimos rutinas y generamos nuevos hábitos. Olvidamos algunas urgencias y recordamos a las personas que queremos. Dejamos de comprar cosas irrelevantes y elegimos aquellas que necesitabamos realmente. Supimos ayudar y también pedir ayuda. En el mayor aislamiento social de la historia reciente, nos conectamos de formas que nunca hubieramos imaginado.
Tomar pausas en la vida es necesario, nos ayuda a tomar aire y llenar los pulmones cuando una situación se nos pone difícil. La palabra -pausa- en su origen griego remite a “reposo”, “interrupción”, “descanso”. En la antigüedad se entendía la pausa como una interrupción sanadora. Específicamente es interrumpir lo que se está haciendo para hacer algo totalmente diferente.
¿El covid19 representa una pausa para el planeta?
Realmente no. Aunque parezcan asombrosos los videos de animales apareciendo en las calles y los niveles de contaminación en las grandes ciudades hayan disminuido, lo cierto es que detener el transporte global y la movilidad humana no tiene efectos considerables en el largo plazo. La realidad marca que los recursos naturales se siguen extrayendo a tasas cada vez mayores, la generación de residuos aumenta cada día y los patrones de producción y consumo alcanzan un nuevo record cada año.
¿El covid19 representa una pausa para nosotros?
Rotundamente si. Hay fibras de la humanidad que fueron tocadas sensiblemente en esta pandemia. Estamos viendo como sociedades enteras movilizan sus recursos para protegerse y cuidar especialmente a los mas vulnerables. Poco a poco, fuimos testigos de nuestra capacidad de organizarnos por el bien del conjunto. La periodista Naomi Klein, especialista en temas ambientales dijo con claridad: “Necesitamos mantener este sentido de la urgencia y de las cosas posibles que es capaz de mover montañas”.
Por el contrario, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han define que vivimos en una sociedad del rendimiento, donde uno guerrea sobre todo contra sí mismo, sometiendose a la autoexplotación voluntaria y la autooptimización. Sostiene, que lejos de unirnos como sociedad, el covid19 nos aísla e individualiza, porque de algún modo cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia.
Considero que en la Argentina las cosas son distintas. Creo que en nuestro país aún prima un sentido de comunidad que aflora cuando la adversidad se nos planta. El problema es que nos olvidamos rápido de las experiencias vividas y nos cuesta aprender de los errores. Un personaje ficticio llamado Robert Ford, decía que “La evolución forjó toda vida consciente en este planeta con una sola herramienta: el error”. En este caso, copiar a la naturaleza sería un buen camino a seguir.
Hoy 22 de abril celebramos el Día de la Tierra y los ecosistemas de la Provincia de Santa Cruz son de los más increíbles del planeta. En estas semanas que pasaron, nos dimos cuenta que no somos los dueños de todo, sino una parte más de algo indivisible, lleno de interacciones y relaciones que nos conectan de alguna manera y que a veces cuesta comprender. La Tierra es una sola, con todos y cada uno de sus habitantes. Llegó el momento de hacer ese pequeño cambio para mejorar sin dejar a nadie atrás.
Esta pausa, es una oportunidad para tomar conciencia real de lo privilegiados que somos y de la necesidad urgente de implementar nuevas formas de vincularnos con la naturaleza en los distintos niveles, individual, social, empresarial y fundamentalmente gubernamental.
Luego de unos días volví a econtrarme con la vecina de aquel barrio. Me dijo que había encontrado en internet que el aroma a tierra mojada luego de una llovizna se llama “petricor”. Ella había hecho la pausa, había percibido su entorno y notado que la naturaleza no está solo en los grandes paisajes. Además, seguiría usando la tecnología como una gran herramienta para informarse. Sus viajes al supermercado ya nunca serían iguales.
Ni bien termine esta cuarentena salgamos a la calle, a las plazas, al río, miremos el mar y llenemos nuestros pulmones con fuerza. Recuperemos los sentidos. Estar en contacto con el ambiente que nos rodea es el primer paso para valorarlo, cuidarlo y pasar de la pausa a la acción.
Referencias:
Foto: Pablo Godoy
¿Una pausa para el planeta? Ana León, Noticias 22 Digital – El Noticiario Cultural de Mexico
Coronavirus, la emergencia viral y el Estado policial digital: por qué la revolución será humana - Byung-Chul Han
Mensaje en redes – Naomi Klein
¿Por qué es importante hacer una pausa? – Aleteia.org
Los últimos niños en el bosque - Richard Louv
Pablo Hernández – Texto propio