Cada 18 de septiembre, Argentina celebra el Día del Arqueólogo y la Arqueóloga, una fecha que honra a quienes dedican su vida a desenterrar las huellas del pasado y a reconstruir, fragmento a fragmento, la historia profunda de los pueblos que habitaron este suelo. En Santa Cruz, donde el viento parece susurrar relatos antiguos y las piedras guardan secretos milenarios, la arqueología no es solo ciencia: es también un acto de sensibilidad territorial. En ese cruce entre vocación, el paisaje y la memoria, emerge la figura de Patricia Campán, arqueóloga y directora de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Estado de Cultura, cuya trayectoria encarna el compromiso de preservar lo que nos constituye.
Patricia no llegó al sur por azar. “La provincia no tenía un arqueólogo. Me dijeron: ¿querés venirte? Y en pocos días reuní todo y vine”, recuerda con la serenidad de quien sabe que el destino también se construye con convicción. Hoy, desde su rol institucional, su mirada abarca tanto los estratos del pasado como las políticas que los protegen.
Su vocación nació entre los libros. “Uno de ellos fue una versión resumida de la Ilíada. Me fascinó. Pensaba: voy a ir a Grecia, Egipto… lugares exóticos. Pero la mantuve, a pesar de que también pensaba en medicina. La arqueología fue más fuerte”.
Formada en una escuela alemana, Patricia destaca el valor de la integración como parte de su identidad. “Tenía compañeros judíos, musulmanes… eso también me formó. La arqueología busca lo común en los seres humanos, más allá de las divisiones”.
Su trabajo en campo, junto al doctor Borrero —a quien considera “uno de los mejores arqueólogos del mundo”— la llevó a sitios como Pali Aike y Charcamata. “Excavábamos superficies chicas, para no alterar todo. Pensábamos que en el futuro, con otra tecnología, podríamos tener más información sin ser invasivos”.
Cada hallazgo, por mínimo que sea, tiene valor: “Aunque encontremos una punta de proyectil o un raspador, ese raspador es algo significativo. Todo es una sorpresa. Incluso excavar y que no haya nada también es importante”.
Sobre el arte rupestre, su mirada es reveladora: “Para mí, el arte es información. Si uno ve la figura de un guanaco, probablemente quiere decir: acá hay guanacos. Es la búsqueda de cómo vivieron”.
Hoy, desde su rol institucional, la arqueóloga se enfrenta a otro tipo de desafíos: “Ahora veo qué pasa con los materiales que aparecen. Cómo salvaguardar espacios como Cueva de las Manos. No nos apropiamos de eso, pero sí de la información que nos da”.
Y con firmeza, reivindica la inteligencia de las culturas originarias: “Desde que somos Homo sapiens sapiens, todos tenemos las mismas capacidades. Estas personas, hace 2.000 o 3.000 años, tenían las mismas características. Darle filo a una roca para cortar o raspar pieles es una habilidad impresionante.”
En este Día del Arqueólogo y la Arqueóloga, Patricia deja un mensaje para quienes recién comienzan: “Es una profesión muy interesante, aventurera, de paciencia. No desanimarse si no se encuentra nada, porque no encontrar nada también es significativo. Y es fascinante”.